CRGR | Centroamérica | 16 octubre 2020
Escrito por: Denis Meléndez
Secretario Ejecutivo CRGR
El 16 de octubre por asignación formal es el Día Mundial de la Alimentación. Durante finales de mayo del año 2018 la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) reconocía el esfuerzo y aporte esencial que brindaba la pequeña producción de alimentos para seguir viviendo, es decir paliar el hambre. Es precisamente la pequeña producción, llámese parcela familiar, finca diversificada y exitosa, patio, un área pequeña destinada a producción de alimentos, la que tiene un impacto importante ante un mundo que cada día incrementa la distribución injusta de la riqueza. Un sector minoritario con alimentos en abundancia, y las mayorías sin lograr acceder a estos. Son los escenarios críticos de riesgo con condiciones para que más personas estén expuestas ante el hambre y la hambruna.
La llegada, y posterior evolución, de la pandemia del COVID 19 ha permitido tener una imagen menos difusa, más nítida, de las otras pandemias que subyacen en la vida cotidiana. En el seno íntimo de la Concertación Regional para la Gestión de Riesgos (CRGR) la oportunidad es propicia para hacer un alto en el camino y la necesidad para la realización de una reflexión a profundidad. Es impresionante el nivel de vulnerabilidad, fragilidad, que el desarrollo / revolución científica – técnica no ha logrado brindar los aportes oportunamente. Por ejemplo, el sistema sanitario no estaba preparado ante esta complicación de salud. No solamente eso, la pandemia del COVID 19 llevó a una paralización de la economía en casi todas las actividades asociada. Esta condición deriva en múltiples eventos inducidos: unos visibles, y otros menos. Algunos quizás más cercanos a nuestra vida. También obligatoriamente debemos reconocer que nuestro enfoque de trabajo se quedó corto ante esta realidad. La Concertación está obligada con urgencia para la búsqueda del ajuste metodológico que permita un mejor desempeño ante estas crisis.
La crisis global de la economía es una realidad dramática, y está frente a nuestros ojos. Antes de la llegada intempestiva de la pandemia del COVID 19 la mayoría de los países de América Latina y el Caribe –por ejemplo- fueron sacudidos socialmente. Quedó en evidencia que el modelo desgastado. La inequidad quedó más al desnudo. Varios países que se ofrecían como modelo por el crecimiento económico, pero con injusta distribución de la riqueza, las respuestas están en la pausa impuesta por el COVID – 19. Es un asunto pendiente de encontrar una respuesta libre de traumas y tensiones, más duradera.
Uno de los denominadores comunes que se deriva de estas crisis apunta hacia una exacerbación del hambre y la hambruna. Estudios realizados desde diferentes líneas de pensamiento han alertado con relación a esta amenaza creciente: La seguridad alimentaria y nutricional de millones de seres humanos está en riesgo, afirma el Sistema de Naciones Unidas. Se advierte que cercanamente está la posibilidad de una duplicación del número de personas expuestas -que antes de la génesis del COVID 19- eran unos 820.0 millones. Esto es dramático, cada día que pasa nos aproximamos a ese escenario crítico. Vamos en la ruta que nos lleva a 1640.0 millones de seres humanos afectadas por el flagelo del hambre y la hambruna.
Este elemento nos lleva al método de trabajo que en su momento adoptamos, sin lugar a duda es insuficiente. Una actuación responsable desde la CRGR nos llevará a la mejora de las herramientas. Se tiene el desafío que demanda atención urgente. Es necesario caminar con prisa y lograr una aproximación a estos escenarios críticos de riesgo, es decir, hacer gestión de riesgo ante el hambre y la hambruna. Esos escenarios allí están frente a nuestros ojos, debemos desentrañarlos, y actuar conforme las circunstancias lo demandan. Así llegamos al Día Mundial de la Alimentación atrapados por la incertidumbre acumulada históricamente.